Por qué Winston-Salem importa para Jarry y Tabilo

La semana previa al US Open no es un trámite. Para Nicolás Jarry y Alejandro Tabilo, el Winston-Salem Open es una plataforma: dinero asegurado por su presencia en el cuadro principal, posibilidad real de sumar puntos que pesen en el ranking y una cancha ideal para medir ajustes antes de Nueva York. No es solo un torneo más, es una pista de prueba con premio inmediato.

Hablemos de números, sin humo: en un ATP 250 como Winston-Salem, la escala de premios suele partir en torno a los US$6.000–7.000 para quienes caen en el debut y sube de forma escalonada con cada victoria, pasando por cifras de cinco dígitos para octavos y cuartos, y superando con comodidad los US$100.000 para el campeón. Traducido a pesos chilenos, incluso el mínimo ya son varios millones. Con solo estar en el cuadro, Jarry y Tabilo amarran una suma relevante; si encadenan triunfos, el salto económico y deportivo se multiplica.

El contexto acompaña. Winston-Salem se juega en pista dura y a ritmo estadounidense: turnos largos, pelotas rápidas y ambiente ruidoso. Es el tipo de semana que moldea sensaciones. A un lado, Jarry, con un servicio pesado y una temporada marcada por picos altos en grandes escenarios. Al otro, Tabilo, que viene de su año más ruidoso, con victorias de impacto y la confianza de haber mostrado recursos de sobra frente a jugadores top.

¿El objetivo? Sencillo y difícil a la vez: ganar partidos que consoliden sensaciones y posicionen mejor el cuadro del US Open. Un par de triunfos aquí no solo significan un envión económico; también influyen en el seeding, en la lectura del sorteo y en cómo te mira el resto la semana siguiente.

Jarry, finalista de Masters 1000 este año en Roma, y Tabilo, capaz de firmar una de las sorpresas del curso ante Novak Djokovic en ese mismo torneo, llegan con un patrón común: cuando conectan primeros saques y se adueñan de los puntos cortos, son peligrosos para cualquiera. El desafío en Winston-Salem es sostener esa versión en condiciones cambiantes: calor, humedad y partidos que pueden cerrarse de madrugada.

Premios, ranking y el sueño de la sorpresa

La pregunta del millón es literal: ¿qué significa “asegurar millones” en Winston-Salem? Significa que, al tipo de cambio actual, la bolsa mínima del torneo ya es millonaria en pesos chilenos y que cada ronda superada puede duplicar o triplicar esa cifra. En los ATP 250 la asignación de premios y puntos es transparente: cada victoria te paga en dólares y te empuja en la clasificación. Para jugadores que pelean por cabezas de serie en Grand Slams o entradas a torneos de final de temporada, esos márgenes marcan la diferencia.

El cuadro en Carolina del Norte suele reunir a especialistas en hard de Estados Unidos y Europa, con cabezas de serie que prefieren ritmo de competencia antes del US Open. En ese ecosistema, Jarry y Tabilo no parten como favoritos absolutos, pero sí como amenazas. Su combinación de potencia y variedad les permite competir en intercambios cortos y, si se alargan, encontrar ángulos y cambios de altura para desajustar al rival.

El plan para dar la sorpresa es claro y está más en la ejecución que en el diseño. En pista dura, la llave pasa por pequeños detalles que suman grande: primeros saques adentro, segundas más agresivas y lectura fina del segundo tiro tras el servicio. También, conviene golpear temprano en el marcador para reducir la presión en los turnos de saque.

  • Subir el porcentaje de primeros saques por encima del 65% para dominar la primera bola.
  • Atacar devoluciones cortas y cerrar con la derecha, especialmente en tie-breaks.
  • Cuidar los juegos largos de devolución: uno o dos puntos bien jugados por set suelen abrir la única oportunidad de quiebre.
  • Manejar la humedad y las pelotas “pesadas” con rotación y piernas frescas en el tercer set.

En términos de narrativa, Jarry representa la amenaza alta y frontal: saque, derecha pesada y presencia en la red cuando toca. En semanas buenas, su servicio se vuelve un muro. Tabilo, en cambio, propone matices: zurdo, capaz de variar ritmos, de mezclar alturas y de encontrar líneas en carrera. Su techo técnico creció este año a la par de su convicción competitiva.

El calendario también pesa. Entrar en ritmo la semana previa a un Grand Slam no es para todos. Hay quienes prefieren descanso y quienes, como Jarry y Tabilo, apuestan por sumar confianza en pista. Si la carga se gestiona bien —evitando maratones innecesarias y cerrando sets cuando aparece la ventaja—, la inversión devuelve: mejores sensaciones, un cuadro más amable en Nueva York y, de paso, una cuenta bancaria más feliz.

¿Y si llega la sorpresa grande? En un ATP 250, los márgenes son estrechos. Un par de tie-breaks bien jugados cambian una semana. Lo hemos visto muchas veces: un jugador que no figuraba en las quinielas encadena victorias y, de pronto, está en semifinales con la grada de su lado. Jarry y Tabilo tienen armas para ese guion: servicio fiable, tiro ganador y, sobre todo, una lectura de partidos que ha madurado.

Hay otro ángulo a mirar: el ranking. Más allá del dinero, los puntos que se reparten en Winston-Salem son oro porque aterrizan justo antes del corte mental que impone un Grand Slam. Ganar aquí puede empujar unos puestos, evitar un sembrado temprano en Nueva York o, al menos, esquivar a un top en la primera semana. En temporadas largas, esos detalles evitan montañas rusas.

El público, siempre factor en Estados Unidos, suele premiar el juego propositivo y las historias de outsiders. A Jarry lo identifican rápido por su silueta y su saque. A Tabilo, por su zurda creativa. Si conectan temprano con la grada, la energía ayuda en puntos apretados y desempolva esa valentía que, a veces, define partidos.

En resumen práctico: con su presencia en el cuadro, ambos ya suman un ingreso que, al cambio, se cuenta en millones de pesos chilenos; con una o dos victorias, esa cifra crece y se acompaña de puntos clave de ranking; con una racha, aparece el golpe: pelear por el título y cerrar la gira previa al US Open en modo “alerta para todos”. No es un sueño improbable. Es la clase de semana que cambia un tramo de temporada.